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 (Santo Domingo, República Dominicana). La migración es un fenómeno muy alarmante en el mundo de hoy.  Ella Afecta a toda clase social porque los desplazados tienen motivos distintos. Pero hay un grupo más desfavorecido que sale en búsqueda de una mejor vida, a veces algunos si encuentran una mejoría, pero hay una masa que sigue viviendo en el caos de la miseria. Es muy curioso, pero al mismo tiempo es abrumador ver la gravedad de los desplazamientos de los pueblos más necesitados hacia otros pueblos más estables económicamente y políticamente.

Hemos podido percibir a Jesús sufriendo en el rostro de esas personas con sus pies llenos de polvos, mujeres con bebés en sus brazos sin saber que les van a dar de comer, niños con ropa rota, hambrientos, sedientos, etc…

Hablando de la crisis migratoria, no se puede olvidar a los haitianos que viajan desde Haití hacia República Dominicana y viven en los “bateyes”. Sabemos claramente que la gente vive una infernal vida en los bateyes porque allí no hay infraestructura como la hay en otros pueblos normales. De hecho, conociendo y viendo la gravedad de la situación, nuestra conciencia humana, cristiana y claretiana nos interpela, nos hace ver y entender que nuestra tarea en las periferias es hacernos prójimos de aquellos desahuciados para compartir con amor nuestra vida con ellos. En este mismo ámbito, el día 13 de marzo, los formandos de la Casa Formativa claretiana en Pantoja nos dirigimos hacia Hato Mayor, específicamente en “Santa María del Batey” (es una devoción autóctona a María) para compartir alimentos, ropas y utensilios escolares a la gente.

Esa experiencia que hicimos en dicho lugar nos permite experimentar la presencia del Señor en medio de su pueblo sufriente. Hemos podido percibir a Jesús sufriendo en el rostro de esas personas con sus pies llenos de polvos, mujeres con bebés en sus brazos sin saber que les van a dar de comer, niños con ropa rota, hambrientos, sedientos, etc…

Pues, nos damos cuenta de que la solidaridad es indispensable en una realidad tan abrumadora y hay que tener claro que Dios no nos ha llamado para encerrarnos en nuestras zonas de confort sino el llamado que Él nos ha hecho es para descubrirlo y reconocerlo en el rostro del desnudo, sediento, enfermo, hambriento, encarcelado y forastero (Cf. Mat. 25, 31 ss.). Nuestro campo pastoral es muy amplio.

Después de todo lo anterior dicho, hay que agradecer a Dios por la salud que nos regala y nos permite descubrir su rostro en los rostros de tantas personas necesitadas.

Agradecemos a nuestra Delegación Independiente de Antillas que empezó acompañarnos en esa labor misionera desde que inició la pandemia. Nuestro agradecimiento a nuestro superior y formador P. José Camilo Minaya CMF, quien nos está acompañando y siempre va animándonos a vivir la experiencia desde nuestra casa formativa.

no podemos olvidar a los misioneros laicos de Caguas, Puerto Rico, quienes con su gran generosidad están aportando mensualmente para que podamos realizar estas misiones durante la Pandemia.

Otro grupo de misionero que no podemos olvidar son los misioneros laicos de Caguas, Puerto Rico, quienes con su gran generosidad están aportando mensualmente para que podamos realizar estas misiones durante la Pandemia. Y un agradecimiento también a las hermanas hospitalarias que nos dan alimentos y otras cosas para la misión de vez en cuando.

En esta misión nos acompañaron unas hermanas Sanchinas que trabajan en Hato Mayor, una hermana de la Congregación de las hermanas dominicas de San Pablo y desde la Casa Formativa participamos: Adiless Medeus, Hugor Alexis, Hno. Ysaac Espinal CMF , Clifford Jean Louis CMF, y Jebou Jean CMF.

Por Jubou Jean, CMF.

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